El pasado 16 de octubre tuve la gran fortuna de oír a la Filarmónica de Berlín dirigida por el compositor John Williams.
Ha sido un concierto inolvidable e histórico: no había nunca estado en Berlín. Ha durado dos horas y media. Está en plena forma. Tiene un gran carisma y la orquesta realmente estaba fascinada y entregada, consciente de tener al frente a una auténtica leyenda. Yo he estado todo el rato lleno de emoción. Con él a apenas dos metros.
Ha tenido incluso alguna vez algún gesto de complicidad con nosotros cuando le aplaudíamos.
La sonoridad de la orquesta me ha impresionado profundamente: una sección de cuerda cálida y dulce, con una gran gama de colores y matices y, en contraste, una sección de viento extremadamente potente, brillante y afinadísima en todo momento.
He podido saludar y charlar brevemente muy emocionado con alguno de los solistas de la orquesta que tanto admiro: Christophe Horák, segundo vioĺín principal, Bruno Deleperaire, cello solista, Guillaume Jehl, trompeta solista, Sarah Willis, trompa…y Joaquín Riquelme, viola, único español en plantilla.
¡Me siento muy afortunado de haber podido vivir esta experiencia y también de tener la música como medio de vida!