Si observamos con atención la motivación que mueve nuestras acciones cotidianas nos daremos cuenta que, la mayoría de ellas las realizamos, con un fin.
Trabajamos para vivir.
Estudiamos para conseguir un trabajo.
Hablamos para ser escuchados.
Cuidamos nuestro cuerpo para tener buen aspecto, buena salud, vivir más años…
En el caso de los músicos podríamos decir también…
Practico para tocar bien en el concierto.
Practico para conseguir un buen puesto de trabajo.
Practico para aprobar mi diploma.
Practico para mantenerme en forma.
Para, para, para…
Son todas intenciones loables, sin duda, está bien perseguir un objetivo, marcarse una meta que dirija y motive nuestros esfuerzos, pero…
Estoy profundamente convencido de que la música, para convertirse en Arte verdadero, debe de dejar de ser un medio para alcanzar un objetivo.
Debe ser una necesidad que nace de muy adentro.
El instrumento debe convertirse en un «órgano vital» del músico.
Sin tocar debe sentirse incompleto y cuando llega ese mágico momento de madurez,tocar llega a convertirse en una necesidad,
como respirar, comer, dormir.
Las motivaciones materiales se diluyen, desaparecen…
y cada vez toca más por placer, por mero placer.
Por el placer de sentir sus manos sobre las cuerdas.
De llenar el silencio de belleza.
De sumergirse en cada sonido, en cada nota.
De dejar volar sus sentimientos entrelazados con los del compositor.
De imaginar, pensar, soñar mientras crea arte para nadie más que para sí mismo.
Hace ya muchos años que las obra completa adaptada para guitarra de Johann Sebastian Bach están siempre en mi atril.
Algunas de ellas las lleva tocando más de 30 años.
Una y otra vez las practico, las reviso, intento comprender, intento mejorar.
Y siempre hay algo nuevo que descubrir.
Su riqueza es inmensa.
Estoy convencido que en la obra de Bach están las grandes preguntas de la vida y también sus respuestas.
Luz, oscuridad, día, noche, alegría, tristeza, tensión, distensión…está todo presentado de una manera absolutamente genial.
Su música habla directamente al corazón, en un lenguaje misterioso y profundo, de extraordinaria riqueza.
Nunca las preparo para interpretarlas en concierto, y no me importa.
Me siento muy afortunado.
Dedico mi vida a una profesión, a un instrumento, que me llena, que me hace feliz.
Sí, creo que las toco sólo por placer, y…estoy seguro que el Gran Maestro debió de sentirlo de una manera muy profunda también escribiéndolas