En el momento en que decimos llevar una vida más espiritual, en la que predomine la búsqueda de la riqueza interior, empiezan a producirse cambios extraordinarios.
El primer síntoma de que estamos empezando a andar por el camino, es que perdemos el interés por cosas que antes nos parecían muy atrayentes.
Empezamos a esforzamos por crecer, en el sentido profundo de la palabra.
Casi sin darnos cuenta, empezamos a evitar los lugares y personas que agitan nuestra mente, y nos atraen aquellos que nos dan calma y paz.
Nos damos cuenta de que estamos muy influenciados por las personas que nos acompañan en la vida, por lo tanto, empezamos a ser altamente selectivos con aquellos a los que nos acercamos, porque el aroma de quienes frecuentamos, se impregna inevitablemente en nuestra vida.
Puede parecer que nuestro círculo de amistades se reduce drásticamente, pero en realidad no es así, ya que preferimos calidad más que cantidad.
Si nos juntamos con personas cuyos principales intereses son únicamente mundanos, nuestro interés en lo interior y espiritual empezará a disminuir y, al contrario, si nos dejamos acompañar por personas profundas, nuestro interés en cultivarnos interiormente aumentará.
A veces, podemos sentir, también, cierta falsa sensación de aislamiento, porque empieza a instalarse también en nosotros una inclinación a la soledad y al silencio, porque cada vez más necesitamos acallar el ruido externo para oír con nitidez nuestra voz interna.
Son todo indicios de que algo profundo, auténtico y vasto está empezando a apoderarse de nuestra vida y a transformarla.
Estamos descubriendo donde se esconde la verdadera felicidad y vamos abandonando las tendencias que nos inclinan al modo vacío del “tener”, para inclinarnos cada vez más hacia el modo auténtico y pleno del “ser”.
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Todas las desgracias
Un viaje a las profundidades
Nuestra vida es como un océano, siempre cambiante.
Normalmente, solamente somos conscientes de lo que sucede en la superficie. Vemos el movimiento del agua, las corrientes, percibimos las brisas tranquilas y los vientos agitados, pero a menudo olvidamos, que dentro de nuestra vida, como en el océano, hay aguas profundas, que no se ven a simple vista, y están todavía por explorar.
Podemos bajar a las profundidades de nuestra vida a través de la meditación, donde encontramos grandes espacios de calma, donde podemos ver con claridad lo que realmente sucede.
Con la meditación, aprendemos a observar.
A observar los pensamientos, las emociones cuando empiezan a nacer en nosotros.
A dar un paso atrás y escucharnos a nosotros mismos, sin juzgarnos, simplemente estando atentos al lenguaje que empleamos, al tono de voz, a lo que decimos.
Comparar cómo le hablamos a una persona respecto a otra.
Nuestra práctica es cambiar realmente todo lo que nos daña y daña a los demás.
¿Por qué nos enfadamos con aquellos que no hacen lo que queremos? ¿Por qué nos apegamos obsesivamente a otras personas?
Es así debido a nuestra ignorancia mental y nuestras tendencias habituales.
Hay como una niebla oscura que nos impide ver con claridad y nos conduce, una y otra vez, a caer en la trampa de las emociones perturbadoras.
Todo puede cambiarse.
Para cambiar, necesitamos estar conscientes, alertas y esforzarnos mucho.
Cambiar los hábitos mentales y emocionales implica determinación, constancia y un gran esfuerzo.
Nadie puede hacer el cambio por nosotros, somos los únicos responsables de que suceda, nos pueden guiar, darnos ánimo, pero lo hemos de materializar nosotros.
Tenemos que observar en profundidad lo que hacemos, para decidir en nuestra vida lo que es importante y lo que no, y simplificarla.
Para cambiar, necesitamos también renunciar.
Renunciar es observar nuestra vida y nuestras actividades y reconocer lo que es contraproducente para nuestro camino, lo que nos aparta de él, lo que favorece el crecimiento de emociones negativas y decir…” No me interesa continuar con esto, no más”.
La buena noticia es que, la mente, es muy maleable y puede ser entrenada.
Practicando la meditación, con constancia, casi sin darte cuenta, podrás lentamente cerrar viejos caminos oscuros, para abrir nuevos, que te conducirán a descubrir tu naturaleza más auténtica, que siempre ha estado ahí, llena de luz, bondad y felicidad.
¿A qué estás esperando?
Apego y amor.
Vídeo del taller «Generando emociones positivas a través de la meditación musical guiada»
Me alegra compartir con vosotros el vídeo del taller «Generando emociones positivas a través de la meditación musical guiada» que realicé en la III Jornada para personas con cáncer y sus familias, organizada por la AECC de Lleida.
Fue para mi un momento mágico…
¡Espero que os guste! :-)
(Está en castellano)
Taller «Generando emociones positivas a través de la meditación musical guiada»
Muy contento e ilusionado con participar en la III Jornada para pacientes con cáncer y sus familias que organiza la AECC en el salón de actos de la Diputació de Lleida el próximo día 9 de febrero de 2019.
Lo haré con el taller «Generando emociones positivas a través de la meditación musical guiada».
¡Inscripciones gratuitas! :-)
Convertir lo ordinario en extraordinario.
Hace ya algunos años que tuve la gran fortuna de descubrir la práctica de la meditación de la mano del buen amigo y maestro Karma Tenpa en el monasterio budista Dag Shang Kagyu.
Desde entonces, la practico de manera constante a diario y es muy bello poder afirmar que siento como, poco a poco, de manera silenciosa y profunda, va cambiando mi vida.
Con la meditación, aprendemos a anclarnos en el momento presente, lo cual produce una relajación fantástica, muy agradable, y cultiva una paz gozosa, fresca y atemporal.
Nos ayuda a contactar con nosotros mismos, a descubrir nuestra auténtica identidad, quiénes somos y cómo funcionamos.
A descubrir que, en la atención plena, siempre nacen el amor y la compasión hacia los demás.
No meditamos para estar aislados y desconectados del mundo, al contrario, lo hacemos para abrirnos a las necesidades, al dolor de los demás, y poder ser así más útiles.
Cultivamos la sabiduría, no la intelectual, sino la más profunda, la que conoce cómo son realmente las cosas, la esencia pura y luminosa de la mente.
Meditar es aprender a soltar, a soltar todo lo que no es esencial, a ser una persona simple.
El objetivo es llegar a un estado mental pacífico para observar como surgen las emociones y las pautas habituales cuando están empezando a desarrollarse, de esta manera somos libres, podemos decidir si queremos seguir los pensamientos o no, y podemos adoptar entonces, con total lucidez, la mejor decisión.
Una de las cosas más extraordinarias que me ocurre, gracias a la meditación, es que, cuando consigo estar serenamente anclado en el momento presente, todo lo ordinario se convierte en extraordinario: el brillo del sol, el olor de la hierba, el viento helado, el destello del agua, la perfumada brisa… y, sobretodo, la extraordinaria riqueza que encierran las personas con las que me tropiezo a diario.
Sí, la meditación, me abierto los ojos al mundo.
Y no sólo al mundo, sino al gran tesoro que todos tenemos dentro esperando ser descubierto.
No solucionar: escuchar.
Dar amor auténtico
Para cultivar un amor estable que resista los vaivenes de la vida, necesitamos reducir nuestra sensibilidad a lo que los demás piensan de nosotros y la manera en que nos tratan.
La «recompensa” por amar a los demás, no es que los demás, a cambio nos amen, sino sentirnos simplemente complacidos y satisfechos de dar amor.
No es amor.
¿Qué es el amor?
Es tremendamente complicado responder a esta pregunta.
Sí, lo llamamos amor pero… ¿lo es en realidad?
En mi opinión, muchas veces no.
Me encanta cómo la filosofía budista, define el amor, de una manera muy simple y tremendamente profunda: el amor es siempre incondicional, no espera nada a cambio y pone el ejemplo del amor que siente una madre por su hijo.
También habla del apego o aferramiento como el principal enemigo del amor, y es que muchas veces confundimos una cosa con otra, y no pueden ser más opuestas.
El apego es el mayor enemigo del amor y, no sólo eso, es tremendamente tóxico y nocivo.
Surge cuando identificamos a algo o a alguien como necesario para nuestra felicidad.
En las relaciones con más apego es donde hay más ira y enfado.
Cuando determinamos que “algo nos va a hacer felices” ya estamos sembrando la semilla de la ira. Cuando nos posee, somos totalmente irracionales y estúpidos. Cuando la mente sublima una cosa, una situación, un trato, una persona…como algo nuestro, algo bueno, algo totalmente indispensable para ser feliz, estamos atrapados por el apego y tremendamente equivocados y confundidos.
Cuando obtenemos lo que queremos, y no nos hace felices, nos damos cuenta que no es cierto lo que pensábamos.
Es la gran mentira del marketing: “necesitas esto para ser feliz”, de esta forma construimos una sociedad permanentemente insatisfecha, enferma de stress y ansiedad por poseer cada vez más, cuando la auténtica felicidad no viene del exterior, es una actitud interior que sólo podemos cultivar y fomentar nosotros mismos.
En la vida en pareja, apego y amor suelen entremezclarse de manera peligrosa.
Con apego, tratamos a nuestra pareja como “instrumento” de nuestra felicidad. Por lo tanto, cuando no obtenemos lo que esperamos, nos sentimos defraudados y decepcionados.
La pareja se convierte entonces, en un acuerdo comercial: “yo te quiero mientras me trates y me des lo que necesito”. No tiene en cuenta como está la otra persona, solo vemos que no nos da lo que queremos.
Con apego, la otra persona existe sólo para proporcionarnos felicidad.
Por el contrario, el amor auténtico es desear, por encima de todo, la felicidad del otro.
Amar es dar, sin esperar nada a cambio.
No hay contrato, no hay condiciones.
Cuando amamos de verdad, queremos ofrecerle todo a otro ser.
Es una conexión perfecta: desaparece el “yo” y sólo vemos la otra persona.
Tenemos que desterrar la idea de que, lo que nos falta, lo vamos a conseguir de otro, la semilla de la felicidad está ya dentro de nosotros: la capacidad de amar, la bondad, la generosidad, la empatía, la compasión, la sabiduría.
Sólo así podrá nacer en nosotros el amor auténtico, que en el fondo y en lo más profundo de nuestro ser, es lo que todos más deseamos.