Gracias a nuestra orquesta Ensemble XXI, he tenido la gran suerte de conocer y hablar largamente sobre muchos aspectos de la música y de la vida, con grandes maestros, algunos de ellos, podríamos considerar, están «en lo más alto» a nivel profesional considerados como grandes figuras dentro de su especialidad.
Son muchas las cosas que aprendo y me impresionan en estos encuentros, muchas veces, he de confesarlo, a nivel personal, me han decepcionado y he descubierto que, detrás de una brillante carrera puede esconderse una persona infeliz, insatisfecha con lo que tiene, insegura como un barco sin rumbo que todavía no ha encontrado su destino y, a pesar de haber conquistado grandes logros, seguirá sin encontrarlo.
Una vez, uno de ellos, quizás uno de los más considerados, hablando de uno de sus alumnos dijo la siguiente frase: «Lo tiene todo para triunfar: talento, trabajo y es muy ambicioso»
Entiendo el sentido de la frase, naturalmente, el maestro quería destacar las cualidades indispensables para triunfar en este competitivo mundo: el talento obviamente es necesario, trabajar, como no, hay que hacerlo muchísimo, pero…¿ser ambicioso?…Esta palabra, me sonó muy mal en su momento y aún ahora, tengo serias dudas de si podemos considerar la ambición una cualidad o…un terrible defecto con consecuencias desastrosas.
El afán de superación es sin duda una gran cualidad, el querer ser mejor cada día que pasa, caminar hacia una meta, luchar por un sueño…¿es eso la ambición?
De eso no estoy tan seguro.
La ambición, como yo la entiendo, es como un saco sin fondo: nunca está satisfecha, siempre quiere más y más, busca su objetivo sin tener en cuenta los daños que pueda ocasionar a los demás, está por encima de todo, puede convertirse en un veneno para el alma, un veneno que nos carcome por dentro y nos aboca irremediablemente hacia una amarga infelicidad perpetua.
Yo siempre he imaginado que el mundo es como un enorme puzzle incompleto, en el que cada cual ha de encontrar su lugar, por supuesto, quiero pensar que hay miles de lugares donde encajamos, donde podemos realizar la misión a la que estamos destinados, donde nuestras cualidades, únicas e irrepetibles, encajan y brillan haciendo que nos sintamos útiles al servicio de los demás.
Nuestro paso por el mundo debería ser una búsqueda de ese lugar, y antes de eso es necesaria una profunda mirada hacia adentro para conocernos, para escuchar lo que nos dice nuestro corazón.
La verdadera felicidad es andar por la vida con los ojos abiertos a las «señales» que nos indican que nos acercamos poco a poco a nuestro destino, que, a veces nos cuesta reconocerlo, es muy diferente de lo que sería «triunfar» según los parámetros del Siglo XXI, es decir: dinero, fama, poder.
Es una gran fortuna encontrar nuestro lugar aunque, es posible, que nuestra misión sea únicamente eso, andar lentamente hacia adelante, disfrutando de la maravillosa aventura de la Vida.