Las personas extraordinarias suelen ver en los demás siempre virtudes y no defectos, del mismo modo, son las más mediocres las que continuamente resaltan los defectos y suelen hacerlo de una forma obsesiva.
Esta negatividad hacia el entorno y hacia los demás, no es otra cosa que una mera actitud defensiva, ya que resaltando los errores e imperfecciones ajenos, pretenden esconder los propios, proyectándolos en los demás y obtener así una visión más favorable de ellos mismos.
Esta actitud, aunque muy humana, es tremendamente dañina ya que, por una parte, formula juicios parciales e injustos sobre el entorno y por otra distrae y evita la solución del auténtico problema, que no es otro que la no aceptación de los propios errores y limitaciones.
La imperfección forma parte de la preciosa existencia humana.
Los aspectos más luminosos y oscuros conviven continuamente en nosotros.
Observando con calma el fondo de nosotros mismos podremos potenciar suavemente todas aquellas actitudes que nos conducen a la luz y desterrar, poco a poco, las que nos llevan, una y otra vez, a cometer los mismos errores, alejándonos de nuestra esencia más pura llena de amor, paz y felicidad.