Comprender la naturaleza humana, es comprender que en la mente se hayan la raíz del dolor, de la confusión, del sufrimiento y de la liberación de ese sufrimiento.
Entrenando la mente, encontramos la solución para evitar todas las acciones negativas que nos llevan al sufrimiento y producen el sufrimiento.
Aprendemos a identificar los pensamientos negativos, a liberarnos del egoismo, a experimentar un genuino y auténtico sentimiento de compasión.
A comprender que todos formamos parte de un todo, y que todos los seres son, en esencia, en lo más profundo, buenos, valiosos y preciosos.
Del mismo modo, cultivando la mente, observándola, podemos encontrar también la lucidez para realizar las acciones que conducen a la felicidad propia y la de los demás.
Mediante la meditación trabajamos para convertir
el estruendoso torrente de nuestros pensamientos,
en un arroyo tranquilo y transparente,
donde todo sucede más despacio,
de esta forma podemos ver con más claridad
quienes somos, qué deseamos, qué queremos…
Conectar con la parte más auténtica,
valiosa y genuina de nosotros mismos.
La que no morirá jamás…
Ensemble XXI. Hildegarde von Bingen. María Eugenia Boix, soprano
Puedes descargar gratis las partituras de este arreglo original en Free Guitar Ensemble Scores with voice and other instruments.
Auditorio S. Francisco.
«Experimenta la maravillosa fuerza interior de la Música»
El nuevo Ensemble XXI
Con mis fantásticos compañeros de Ensemble XXI, momentos antes de nuestra actuación en Lascuarre (Huesca) dentro del Festival de la Ribagorza, el día 3 de agosto de 2014.
Rompiendo barreras
Lo peor que puede sucedernos es enamorarnos de nuestras cadenas, del muro que nos impide avanzar.
Es fácil saber que estamos atrapados.
Cuando esto ocurre, nos sentimos agobiados, desbordados por cualquier esfuerzo.
Cada paso adelante, se convierte en una lucha contra todo y contra nosotros mismos.
Con los pies hundidos en el barro, nuestras ideas se agotan, nuestra lucidez mental desaparece, la inspiración se evapora.
Sí, es fácil saberlo…lo difícil es reconocerlo.
Sí, reconocer que has de romper con aquello que tanto amas, que tanta vida y felicidad te ha dado en su momento y que se ha convertido, contradictoriamente, en lo que ahora te impide avanzar.
Reconocer que debes cortar las cadenas y que, al hacerlo, inevitablemente, sentirás dolor, como si perdieras una parte de ti mismo.
Permíteme que te confiese que yo me encontré no hace mucho en esta encrucijada.
Y decidí, afortunadamente, tirar el muro, romper mis cadenas.
Y, por supuesto, sentí dolor, y lo que es peor, causé dolor.
Y permíteme también que te diga que ha valido la pena, siempre vale la pena.
Detrás del muro encontré un nuevo camino lleno de posibilidades.
Ahora puedo ser yo mismo, sin ataduras.
Las ideas fluyen.
La creatividad se expande.
La inspiración ha vuelto.
Y vuelvo a pensar que,
llevar una vida feliz,
no consiste en lograr grandes éxitos,
ni reconocimientos,
ni conquistar grandes metas…
sino, simple y llanamente,
en estar donde quieres estar,
haciendo lo que quieres hacer,
aquí y ahora,
siguiendo siempre tu voz interior,
no sólo por tu propio bien sino,
y sobre todo,
por el bien de los demás.
En el Festival Internacional de Guitarra José Tomás Villa de Petrer.
El pasado mes de julio tuvimos la fortuna de poder actuar con Ensemble XXI en uno de los Festivales de Guitarra más prestigiosos del mundo: el Festival Internacional de guitarra de Petrer (Alicante).
Presentamos con gran éxito de público el programa «Experimenta la maravillosa fuerza interior de la música» compuesto por una selección de mis obras y guión original que he escrito para provocar dinámicas en el público que conectan con la parte más emocional y profunda de la música, usando la imaginación, la visualización de imágenes, la fuerza de la palabra, del silencio…
¡Fue una gran experiencia! :-)
Con el sol en las manos
Me siento muy afortunado de poder decir que en, el oscuro e incierto camino que es la vida, me he encontrado con personas que parece que tienen el sol en las manos.
Son personas excepcionales, extraordinarias, faros dorados que iluminan con su bondadosa luz a los que tienen a su alrededor.
Tienen la prodigiosa capacidad de iluminar nuestras cualidades y ocultar los defectos.
Es tanta su claridad, que son capaces de ver lo que necesitas de ellas en cada momento.
Dejan un rastro imborrable en nuestra vida.
Es irresistible no acercarse: su luz es tan intensa y pura, que nos sentimos sobrepasados por tanta belleza.
Podría ahora abrir mi corazón y decir numerosos nombres: profesores, alumnos, amigos, familiares….incluso desconocidos con los que he intercambiado sólo algunas palabras, una mirada.
No es fácil mantener el sol en las manos.
No tener miedo de lo que ilumina de nosotros mismos.
A veces, quema.
Lo he visto brillar en manos de algunas personas,
sólo por un momento,
sólo por unos días…
en ese momento perfecto,
parecen flotar en el aire iluminadas por una felicidad y claridad tan intensa que no son capaces de mantener.
Se necesita tiempo, paciencia, coleccionar trocitos de luz día a día para poder brillar constantemente sin quemarse.
Las grandes personas no lo son por lo que saben, o por lo que producen, lo son por lo que proyectan, por lo que reparten.
Sólo tiene luz quien ha ido recogiéndola, cultivándola.
Quien ha aprendido que,
para mantener el sol en las manos,
se necesita la valentía de aceptarse a sí mismo tal cual es,
y comprender que, sólo tiene sentido, si es para iluminar a los demás.
El prodigioso y extraño arte de saber escuchar.
Reconozco que me cuesta mucho no interrumpir a los demás.
Mientras habla la otra persona, las ideas se agolpan en mi mente y tengo que hacer un gran esfuerzo para contenerlas.
Valoramos excesivamente a las personas que saben hablar.
Las voces que se expresan de manera convincente, con palabras precisas y argumentos rotundos.
La riqueza interior es otra cosa.
Se expresa de forma muy diferente.
Gusta de rincones solitarios donde se refugian las dudas y la paciencia.
La sabiduría que merece la pena, habla poco y prefiere cultivar una curiosa atención por las historias ajenas.
El que sabe escuchar atiende a las palabras con el gesto,
con los ojos,
con las manos,
con los labios,
convierte su silencio en un profundo acto de respeto y de amor,
en una forma de cuidar al otro,
de entender,
de esperar…
y después, sólo después, sabe decir, que no es lo mismo que saber hablar.
Las personas que saben escuchar son un extraño y prodigioso tesoro.
Tengo la gran suerte de conocer algunas.
Ojalá algún día tuviera la fortuna de convertirme en alguna de ellas…