Nostalgia.

Tolva

De pequeño, estuve enfermo. No podía respirar bien y el médico recomendó a mis padres que me llevaran a algún lugar con aire más puro.
Cada fin de semana y en vacaciones íbamos a Tolva, un pequeño y bonito pueblo del pirineo de Huesca.
Cuando paso ahora por allí, no puedo evitar sentir una profunda nostalgia:
Nostalgia de ser otra vez aquel niño de piel morena y pantalones cortos con las rodillas destrozadas por las caidas en bicicleta,
de corretear de noche con total libertad,
de espiar el cementerio y sus ruidos ocultos, y ver moverse sombras inexistentes,
de tener tabaco escondido en el hueco de un árbol,
de correr en bicicleta mientras me persigue Freddy, el perro de la calle del medio,
de volver a subir al carro tirado por mula de Chironi,
de tener una cabaña secreta de palos y paja,
de jugar otra vez a juegos ingenuos de besos robados,
de esconderme en el viejo corral bajo un saco,
de oler a tierra mojada desde mi ventana,
de enamorarme de una manera terrible, dolorosa y sin esperanza de aquella chica de ciudad,
de temblar con solo verla,
de morir con solo mirarla…
El pasado verano volví con mi familia y enseñé a Albert, mi hijo, los lugares en los que fuí tan féliz, sin saberlo, en mi infancia.
Comprobé con asombro que aquellas montañas no eran tan grandes, ni las cuevas tan oscuras, ni los bosques tan frondosos, ni el río tan profundo, como yo los veía entonces.
Sentí tristeza, mis ojos no son los de aquel niño de 10 años y, desgraciadamente, nunca, nunca más volveran a serlo.
Aprovecha el momento. Carpe diem.

When I was a child, I was ill. He could not breathe well and the doctor recommended my parents who took me to some place with purer air.
Each weekend and in vacations we went to Tolva, a small and pretty town of the Pyrenean of Huesca(Spain).
When step now that way, I cannot avoid to feel deep nostalgia: Nostalgia of being again that short boy of brown skin and trousers with the knees destroyed by the falls ones in bicycle,
pursuing at night with total freedom,
to spy on the hidden cemetery and its noises, and to see move nonexistent shades,
to have tobacco hidden in a hollow of a tree,
to run in bicycle while it persecutes Freddy to me, the dog of the street of means,
to return to raise the car thrown by mule of Chironi,
to have a secret cabin of woods and straw,
to play ingenuous games of robbed kisses again,
to hide to me in the old corral under a coat,
to smell of earth wet from my window,
to enamor to me hopelessly with a terrible, painful way and of that girl of city, to shake with single seeing her,
to die with single watching her…
The past summer I returned with my family and I taught to Albert, my son, the places in which I was so happy, without knowing it, in my childhood.
I verified with astonishment that those mountains were not so great, neither the so dark caves, nor the so leafy forests, nor the so deep river, as I saw them then.
I felt sadness, my eyes are not those of that boy of 10 years old and, unfortunately, never, never they will return more to being it.
Carpe diem.

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