Hay momentos en el que el río de la vida se vuelve turbulento y agitado.
Ante el peligro de morir ahogados, nuestro instinto nos grita que nademos, que luchemos con todas nuestras fuerzas para vencer la corriente que nos arrastra con toda su fuerza.
Esta actitud, la mayoría de las veces, es un error, luchando solo conseguimos acrecentar nuestra angustia, agotarnos inútilmente, y nos convertimos en ese pez que, atrapado en la red, contra más se agita, más se enreda.
El mundo en que vivimos valora mucho a las personas activas, que luchan y se revelan ante cualquier dificultad cuando, muchas veces, la actitud más sabia, productiva y valiente consiste, simplemente, en no hacer nada.
El sabio comprende que cuando las aguas son demasiado fuertes, lo mejor que puede hacer, es dejarse llevar por la corriente, esperar a que la situación mejore y sea propicia, para entonces sí, con todas sus fuerzas nadar hasta alcanzar la orilla.
No hacer nada, dejar que pase, parece sencillo pero…cuanto nos cuesta aceptarlo y comprenderlo.
Muy cierto, José Antonio. ¡Un fuerte abrazo!
Pues sí, parece muy fácil no hacer nada, pero hay que ver cómo nos empeñamos en luchar contra corriente, a pesar de que vemos que no sirve de nada, de que quien realmente sale escaldado somos nosotros mismos.
A mí me ha costado años de lucha aprenderlo, pero al final parece que voy dejándome llevar por esa corriente, que aunque a veces no me lleve por donde yo quiero, mi salud mental y física me lo agradecen.
Con lo fácil que sería no hacer nada…