El prodigioso arte de amar y descubrise a sí mismo.

Muchas veces nos planteamos cual es nuestra misión en la vida, a qué estamos destinados, hacia donde caminamos, cómo conseguiremos alcanzar la verdadera felicidad.
Lo más fácil es creer que las respuestas vendrán de fuera, nada más lejos de la realidad.
Cada vez me doy más cuenta que la clave reside en el interior de uno mismo, los verdaderos desconocidos somos nosotros mismos.
Sólo descubriendo lo que guardamos en nuestro corazón, podremos abrirlo verdaderamente a los demás.
Cada persona es mucho más que lo aparenta ser, encierra en su interior excepcionales cualidades que debe descubrir para llevarlas a su plenitud.
El éxito por fuera, empieza, sin duda, por el éxito por dentro y para alcanzarlo, no hay más camino que el silencio, la vigilancia atenta y el análisis constante de nuestros pensamientos y reacciones.
Hace ya meses que sigo el saludable hábito de someter a examen, mentalmente, las cosas que me han sucedido cada día y mis pensamientos, reacciones y actos respecto a ellas.
Naturalmente, hay veces que no me siento nada satisfecho de como he reaccionado pero, aún así, me he percatado de algo muy importante: incluso en los días en que podríamos calificar de «malos» siempre me ocurren más cosas buenas que malas.
Cada día, desde el preciso instante en que abro los ojos por la mañana, que ya de por sí podríamos calificar como algo excepcionalmente positivo teniendo en cuenta que significa que estoy vivo, desfilan ante mi pequeños momentos extraordinarios que si no son recordados y analizados podrían quedar en el olvido.
Lo irónico de la vida, es que las cosas negativas, no necesitan ninguna ayuda para ser recordadas, al contrario, perduran con una cruel facilidad.
Cada error, cada pensamiento negativo, encierra valiosa información y contiene una preciosa semilla para corregir, crecer, mejorar, cambiar.
En cada reacción, pensamiento, respuesta, se encierra una porción de quien realmente soy y me he propuesto firmemente no permitir que un momento de oscuridad aniquile mil rayos de luz para progresar, día a día, en el prodigioso arte de descubrir y amarme a mi mismo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *