Normalmente, desconfiamos y somos muy escépticos cuando nos hablan del poder de los pensamientos, lo cual no deja de ser una enorme contradicción, ya que nos pasamos la vida atemorizados y luchando contra ellos.
¿Cómo podemos tener miedo de algo si no tiene ningún poder?
Sin duda, a los pensamientos negativos les atribuimos un gran poder en nuestra vida: son la semilla de la ira, la ansiedad, los celos, la tristeza, la desesperanza, la falta de confianza…y tienen un enorme impacto, no solo en nuestra vida, sino también en las relaciones con los demás y con el mundo.
Sin embargo, y ahí va otra contradicción, nos cuesta mucho creer que generar pensamientos de ternura, de bondad, de cuidado y cálido afecto hacia los otros vaya a servir de algo.
La verdad es que nuestro cuerpo está limitado, pero nuestro corazón y nuestra mente no tienen ni límites ni fronteras.
Si nos detenemos por un momento y prestamos atención, en el silencio comprenderemos que hay un fino hilo invisible que nos une con todos los seres, y que nos sostenemos y nos necesitamos unos a otros en esta maravillosa aventura que es la vida.
No solo lo que hacemos, sino también lo que pensamos tiene unas consecuencias, primero en nosotros, y después en la manera en cómo nos relacionamos con los demás.
Un solo pensamiento puede cambiar el mundo.