Hace ya algunos años que tuve la gran fortuna de descubrir la práctica de la meditación de la mano del buen amigo y maestro Karma Tenpa en el monasterio budista Dag Shang Kagyu.
Desde entonces, la practico de manera constante a diario y es muy bello poder afirmar que siento como, poco a poco, de manera silenciosa y profunda, va cambiando mi vida.
Con la meditación, aprendemos a anclarnos en el momento presente, lo cual produce una relajación fantástica, muy agradable, y cultiva una paz gozosa, fresca y atemporal.
Nos ayuda a contactar con nosotros mismos, a descubrir nuestra auténtica identidad, quiénes somos y cómo funcionamos.
A descubrir que, en la atención plena, siempre nacen el amor y la compasión hacia los demás.
No meditamos para estar aislados y desconectados del mundo, al contrario, lo hacemos para abrirnos a las necesidades, al dolor de los demás, y poder ser así más útiles.
Cultivamos la sabiduría, no la intelectual, sino la más profunda, la que conoce cómo son realmente las cosas, la esencia pura y luminosa de la mente.
Meditar es aprender a soltar, a soltar todo lo que no es esencial, a ser una persona simple.
El objetivo es llegar a un estado mental pacífico para observar como surgen las emociones y las pautas habituales cuando están empezando a desarrollarse, de esta manera somos libres, podemos decidir si queremos seguir los pensamientos o no, y podemos adoptar entonces, con total lucidez, la mejor decisión.
Una de las cosas más extraordinarias que me ocurre, gracias a la meditación, es que, cuando consigo estar serenamente anclado en el momento presente, todo lo ordinario se convierte en extraordinario: el brillo del sol, el olor de la hierba, el viento helado, el destello del agua, la perfumada brisa… y, sobretodo, la extraordinaria riqueza que encierran las personas con las que me tropiezo a diario.
Sí, la meditación, me abierto los ojos al mundo.
Y no sólo al mundo, sino al gran tesoro que todos tenemos dentro esperando ser descubierto.
Yo gracias a la fortuna de poder descubrir también la práctica de la meditación de la mano de Karma Tenpa, y de José Antonio, a pesar de que no tengo la capacidad que tienes tú para de manera constante y a diario practicarla personalmente, sola, intento hacerlo, y lo hago, con mis alumnos, en la escuela.
Y es muy satisfactorio y especial sentir con ellos.
Es muy hermoso ver a 26 niños de 10-12 años, con los ojos cerrados, respirando y dejándose llevar por lo que para mi también sirve para meditar yo misma.
Como bien dices, la meditación no es para aislarnos, sino, y como también es en mi caso, para sentir con los demás.
Estoy haciendo un paralelismo entre lo que tú dices y practicas y lo que yo practico y siento, e intento hacer sentir a mis alumnos.
Sí, quizá son pequeños, pero en pequeñas dosis, agradecen todo lo que les pasa por dentro gracias a la meditación.
Son cortos momentos en los que agradecen y sienten el silencio, los sonidos de fuera, su fuerza interior, la oportunidad de ver y sentir ese brillo del sol, el olor de la hierba, el viento helado, la perfumada brisa… pero sobretodo, y como tú dices, intentar descubrir la riqueza de las personas, de todas las personas, amigas o enemigas, con las que comparten tantas horas diariamente.
Meditar les hace más críticos, tolerantes, respetuosos, comprensivos, …
Gracias por tus enseñanzas.
Mari, es precioso todo lo que dices y lo que estás consiguiendo en tus clases.
Yo mismo he sido testigo de ello, y del ambiente mágico que generas con tus palabras y tu voz.
Estoy seguro que dejarás una huella imborrable en todos tus alumnos y que estás plantando en ellos la semilla del autoconocimiento, de la calma, de la quietud, de la paz interior… en definitiva, de una vida más feliz, más profunda y más plena, más abierta a las necesidades de los demás.
Gracias a ti, por todo.