Quisiera ser como el agua.
Agua pura, fresca, transparente.
Como un arroyo que nace en la profunda piedra de la montaña.
Refrescar los pies cansados del viajero.
Acariciar el verde musgo junto a las cordilleras heladas.
Escuchar el canto de los pájaros en el primer suspiro del alba.
Jugar con el sol, reflejando un firmamento de estrellas.
Para besar tus labios de una manera furtiva y secreta,
rozar tu mejilla, susurrarte antiguas palabras.
Quisiera ser como un río, que fluye junto a olorosos frutales.
Que no impone resistencia ante los pies que enturbian sus aguas.
Que busca el camino más fácil sin violencia, sorteando las piedras de las dificultades.
Para seguir fluyendo, dulcemente, y morir, en el cálido sol de la tarde,
en el fuego azul del inmenso océano.