(Texto-plegaria bellísimo, que recitábamos al iniciar la meditación nocturna, rodeados de los sonidos de la Naturaleza)
Que todos los seres sean felices y creen las causas de la felicidad.
Que todos los seres se liberen del sufrimiento y no creen las causas del sufrimiento.
Que encuentren la noble felicidad que el sufrimiento no puede manchar.
Que alcancen la compasión universal e imparcial, más allá del prejuicio mundano de amigos y enemigos.
Todos los seres hasta donde alcanza el espacio puedan ser felices, estar libres del sufrimiento y alcanzar rápidamente el insuperable, perfecto y completo bienestar.
Con este propósito hasta que alcance la budeidad emplearé mi cuerpo, palabra y mente con virtud.
Desde hoy hasta la misma hora de mañana emplearé mi cuerpo, palabra y mente con virtud.
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Sobre la felicidad (III)
Un pequeño paraíso.
Si me conoces, seguramente ya sabrás, que una de mis aficiones preferidas es la pesca con mosca de la trucha, siempre, por supuesto, con el método de captura y suelta.
La pesca, con el paso del tiempo, se ha ido convirtiendo más bien en una excusa para sumergirme en el agua, sentirme en comunión con la naturaleza, mientras escucho, siento, percibo la inigualable sinfonía de colores y sonidos que me rodean.
Disfruto con intensidad de éste, mi momento de serenidad y de soledad, junto a los árboles frutales que jalonan el río y las montañas altivas al fondo.
Soy, por naturaleza, una persona metódica y desde que me enamoré de él, hace ya más de quince años suelo visitar el mismo tramo de río Noguera Ribagorzana del Coto de Piñana.
Es un sitio muy poco conocido y raramente coincido con otros pescadores…hasta hace unos días.
Me disponía a disfrutar de unas horas de pesca y cual fue mi sorpresa al encontrar un todo terreno, último modelo, aparcado al lado del río.
Miro a mi alrededor y…¡caray!
Mis queridos tramos están ocupados por otros pescadores.
Vienen de lejos, creo ver el escudo de la Comunidad de Madrid, equipados a la última: trajes transpirables, gafas polarizadas, red en la espalda…
Las últimas riadas los han obligado a refugiarse en mi querido río, uno de los pocos que mantiene sus aguas puras y cristalinas, reguladas por el embalse de Santa Ana, que todavía no se ha visto obligado a abrir compuertas.
–¡Que fastidio! -pienso- adiós al día de pesca.
Más bien desanimado y sin esperanza me dirijo a la cañada tranquila donde suelo empezar a pescar.
Por él, el río transcurre sereno y tranquilo en múltiples canales y un brazo principal que es el que suelo transitar que hoy está, de manera excepcional, ocupado.
Sin salida, sin opciones, miro a mi alrededor…y entonces lo veo.
Un pequeño y estrecho canal donde las aguas fluyen rápidas entre altas cañas con el espacio justo para pasar.
No me lo pienso dos veces: está claro que hoy no será el día de pescar,
quizás lo sea de explorar.
Me introduzco poco a poco con cuidado, la corriente es rápida, la vegetación densa.
Empiezo a saborear la aventura.
Poco a poco, las cañas, permanente metáfora de las preocupaciones en mi cerebro, van cediendo, haciéndose menos densas, me permiten ser penetradas con más facilidad,
el espacio se abre,
el sol de la tarde brilla sobre el agua.
juega a crear estrellas sobre su superficie.
Y abro los ojos (los del corazón) y miró pasmado lo que tengo delante.
Una especie de «cueva» de vegetación dentro de la cual transcurre sereno,
transparente,
en calma por fin,
como un espejo,
el río.
Imposible pescar ahí, demasiada vegetación.
Las aguas reflejan su verde techo, creando un efecto mágico.
Justo al principio, unas rocas repletas de musgo parecen pronunciar mi nombre.
Admirado, no lo dudo un instante: suelto la caña, me olvido de la pesca y me siento en ellas y miro,
saboreo el momento sin prisa,
con los sentidos alerta,
intento sólo mirar,
no pensar,
sólo mirar.
Mientras el tiempo se detiene,
el agua pura y fría,
acaricia mis piernas.
Acababa de descubrir un pequeño paraíso gracias a lo que me pareció,
en principio,
un infortunio.
Como en la Vida, muchas veces necesitamos que algo o alguien,
rompa nuestras rutinas,
trastoque nuestros esquemas,
obligándonos a levantarnos de nuestro cómodo sillón,
para descubrir nuevos canales,
nuevas salidas,
que quizás,
puedan conducirnos a nuevos parajes,
momentos preciosos,
emociones intensas,
que ni siquiera sospechamos.
Fuegos y emociones.
Hay veces que cuando siento ciertas emociones, pienso que somos como los peces, que no pueden comprender el agua, al estar sumergidos en ella desde su nacimiento.
Somos, en gran parte, desconocidos para nosotros mismos.
Todos sentimos emociones agradables: alegría, júbilo, amistad, amor, serenidad, paz pasión…y desagradables: angustia, miedo, ira, decepción…provocadas generalmente por nuestra propia y singular percepción de nuestro entorno.
En el prodigioso arte de conocerse y amarse a sí mismo, todas las emociones, absolutamente todas, encierran una poderosa información de quienes somos en realidad.
Negarlas es cómo negarse a sí mismo: tiene siempre consecuencias desastrosas.
Cada una de ellas encierra una preciosa semilla que nos habla de donde venimos, hacía donde vamos, cuales son nuestros deseos, frustraciones, cualidades, defectos, puntos fuertes, conflictos y debilidades.
Conocerse es el primer paso para mejorarse.
Vigilarse es necesario para conocerse.
Los ojos del corazón deben estar siempre abiertos y alerta, monitorizando nuestros sentimientos, observándolos a una cierta distancia, analizándolos, extrayendo su información preciosa.
Mientras los fuegos artificiales iluminan con colores de ensueño el Castillo de Lleida anunciando el fin de la Fiesta Mayor de mayo,
una profunda e inexplicable nostalgia me invade.
¿Por qué?
Cierro los ojos y…¡entonces lo veo!
Soy yo mismo,
muchos años atrás,
con una guitarra en el portaequipajes,
mirando,
por la ventana de un tren,
los mismos fuegos,
el mismo castillo,
los mismos brillantes colores.
Me reconozco mucho más joven,
con la mirada triste,
perdida,
mientras la oscura nube de la añoranza
se va adueñando de mi corazón
mientras el tren se aleja.
¿Por qué canta el mirlo?
Cada primavera, llega a nuestra casa un misterioso visitante.
Se trata de un mirlo, que suele arrullarnos con su canto en la oscuridad de la noche.
Precisamente esta noche, vaya Ud. a saber porqué, me he despertado muy temprano.
Mari, con muchos años de «práctica» nocturna a mi lado, muy propensa a la conversación totalmente inconsciente en sueños, ha intuido que no dormía y me ha dicho:
-Qué haces despierto.
– No lo sé, son las cuatro y media de la madrugada, escucho al mirlo, que ha regresado como todos los años por primavera.
– ¿Por qué canta a estas horas?
No tengo ni la más remota idea del porqué se produce este extraño fenómeno, pero le doy la respuesta más poética que se me ocurre…
– Canta para complacer a su amada que se encuentra en el nido incubando los huevos de los que nacerán sus crías. Sigue durmiendo, es muy, muy temprano yo voy a escucharlo un poco más…
Mari ha proferido una onomatopeya ininteligible y ha seguido deleitándose en una de sus actividades predilectas, en los brazos de Morfeo.
Ya por la mañana, leo en Wikipedia…» El canto del mirlo está considerado como uno de los más bellos cantos de las aves de Europa. La riqueza de su repertorio, sus variaciones melódicas y la capacidad de improvisar distinguen al mirlo europeo de la mayoría de las demás aves»
¡Claro! :-)
¡Cómo podría un artista de este tamaño permitir que el ruidoso ritmo de la ciudad o el canto de los demás pájaros eclipsara su obra de Arte!
Me gusta pensar que ama el silencio,
brillar en la oscuridad,
que canta para ser escuchado con atención,
sin interferencias,
sin distracciones,
con la esperanza de que su belleza sea apreciada.
Estoy convencido que su sensibilidad,
su creatividad,
sus sentimientos,
tienen mucho más en común con los nuestros de lo que podemos llegar a sospechar.
Weiss y mis sueños.
Hay obras musicales que penetran profundamente en nosotros y nos hechizan con su magia de una manera tan intensa que su efecto perdura largamente en el tiempo.
En mi vida he tenido la gran fortuna de encontrarme con varias de ellas, son como un dulce «amor a primera vista» (en esta caso primera oída…) y así como el amor es difícil de describir con palabras, lo que siento cuando las escucho es una mezcla de sentimientos complejos que podrían resumirse quizás con una sola palabra:
emoción, profunda emoción
La pieza en concreto de la que quiero hablarte hoy es el «Preludio para laúd en Re M» de Silvius Leopold Weiss interpretado por el muy querido y admirado Hopkinson Smith.
Recuerdo perfectamente mi primer contacto con la obra, en el principio de los 80 en ese importante centro de sabiduría guitarrística que era por aquel entonces la «Academia d’Arts Musicals Luthier» de Barcelona.
Allí, muchos jóvenes como yo, tuvimos un primer contacto con los más grandes del momento: el mencionado Hopkinson Smith, David Russell, Manuel Barrueco, el que fue más tarde mi profesor en Basilea Oscar Ghiglia, del que aprendí tantas y tantas cosas sobre la guitarra y la vida…y muchos otros en una época que nos marcó para siempre.
Mi vida era, por aquel entonces, un prometedor conjunto de sueños e ilusiones, la música sería mi camino y quería aprender, desarrollando mis cualidades para poder encontrar mi lugar en el mundo.
De repente el servicio militar mi obligó a trasladarme a Madrid, concretamente al Cuartel General del Aire, en Moncloa.
Intenté por todos los medios no perder el hilo de mi formación musical y guitarrística: iba todos los días al desván de un luthier a estudiar, lleno de encanto y misterioso, donde una vez descubrí un dibujo precioso… ¡Del mismísimo Leo Brouwer!
Al sol de la tarde, solía buscar un rincón tranquilo en el «Parque del Oeste», muy cerca del cuartel, para escuchar música en mi «walkman» y leer las cartas que me mandaba Mari, que acabaría siendo mi mujer unos años más tarde
Una de las obras más escuchadas y preferidas de esos días fue este maravilloso Preludio de Weiss.
Me parece una obra llena de luz, de optimismo, de ganas de vivir.
Después de tantos años, esta mañana me he decidido, por algún motivo que escapa a mi comprensión, a trabajarla con mi guitarra con vistas a un concierto como solista que tengo previsto realizar el verano próximo.
Nunca lo había hecho antes, desconozco el motivo.
La sensación de tocarla ha sido maravillosa y la emoción ha renacido, con las notas han despertado muchos de los recuerdos de aquella época, mis sueños, mis aspiraciones, una amistad que iba poco a poco transformándose en algo más…
Es como si la música de Weiss me surrurara al oído:
«…eres muy afortunado, muchos de tus sueños de aquellos tiempos se han cumplido, aunque ahora ya no tienes 20 años no dejes nunca de soñar, todavía hay muchos metas por conseguir y momentos fascinantes y maravillosos por llegar».
Aquí tienes la grabación en mp3 de este maravilloso preludio interpretado por Hopkinson Smith:
Silvius Leopold Weiss – (N) Pièces en ré majeur Prélude
Sobre la felicidad (II)
Un buen trabajo
Estoy seguro que en algún momento de tu juventud, como a mi, como a todos, te dijeron alguna vez…«ojalá encuentres un buen trabajo».
Es un deseo positivo, lleno de buena voluntad y no cabe duda que es un muy buen deseo para cualquier ser humano de este planeta.
El trabajo es necesario para vivir, para mantener a tu familia, para sentirse realizado…
Pero si preguntáramos a varias personas qué significa para ellos «tener un buen trabajo» estoy también convencido que obtendríamos muchas y variadas respuestas.
Hoy quiero compartir contigo un pequeño gesto que me ocurrió hace unos días y que me hizo reflexionar sobre lo que significa realmente tener un «buen o un mal trabajo».
Pues bien, una mañana lluviosa me acerqué a la oficina de correos a recoger una caja llena de las famosas cápsulas de Nespresso de las cuales somos unos fans incondicionales en casa.
Después de una moderada cola me acerco a la ventanilla, entrego el DNI, firmo…hasta aquí todo normal, y ahora viene lo verdaderamente excepcional, la dependienta de correos me entrega la caja, me mira a los ojos y me dice…«espero que te guste» ,
yo sorprendido respondo con una tímida sonrisa y le doy las gracias y me voy por la calle pensando en lo excepcional de su respuesta.
Nunca nadie me había dicho nada igual al entregarme un paquete.
¿Cuantos paquetes habrá entregado en su vida a completos desconocidos?
¿Cientos, miles…?
Si lo analizamos fríamente podríamos pensar que buscar entre un montón de estanterías el paquete adecuado, rellenar el formulario y entregarlo a la persona correspondiente no es, lo que diríamos un trabajo maravilloso ni excitante, pero, y aquí está la clave de esta historia, todo depende de los ojos con que se mire y con la actitud con que realices este trabajo.
Ahora vamos a darle un punto de vista distinto a este aparéntemente monótono trabajo.
Imagina sólo por un momento que eres depediente de correos, piensa en el montón de sueños e ilusiones ocultas que encierran los paquetes que te rodean, en las esperanzas que hay depositados en ellos, pueden contener cualquier cosa: ropa, regalos lejanos de seres queridos, libros, comida, buenas noticias, fotos ..
Las personas que se acercan a recibirlos de tus manos se sienten ilusionadas y ansiosas por abrirlos y tú tienes el privilegio de ser la cara visible que se los entrega.
¿Verdad que ahora ya no lo ves de la misma manera?
Esa sencilla frase que me regaló la dependienta de correos, es un signo evidente de que ella sí comprende perfectamente la riqueza y excepcionalidad oculta que encierra su trabajo, se siente una mensajera de buenas noticias y es que, la mayoría de las veces, no es tan importante lo que hacemos sino el significado que damos a lo que hacemos
El prodigioso arte de amar y descubrise a sí mismo.
Muchas veces nos planteamos cual es nuestra misión en la vida, a qué estamos destinados, hacia donde caminamos, cómo conseguiremos alcanzar la verdadera felicidad.
Lo más fácil es creer que las respuestas vendrán de fuera, nada más lejos de la realidad.
Cada vez me doy más cuenta que la clave reside en el interior de uno mismo, los verdaderos desconocidos somos nosotros mismos.
Sólo descubriendo lo que guardamos en nuestro corazón, podremos abrirlo verdaderamente a los demás.
Cada persona es mucho más que lo aparenta ser, encierra en su interior excepcionales cualidades que debe descubrir para llevarlas a su plenitud.
El éxito por fuera, empieza, sin duda, por el éxito por dentro y para alcanzarlo, no hay más camino que el silencio, la vigilancia atenta y el análisis constante de nuestros pensamientos y reacciones.
Hace ya meses que sigo el saludable hábito de someter a examen, mentalmente, las cosas que me han sucedido cada día y mis pensamientos, reacciones y actos respecto a ellas.
Naturalmente, hay veces que no me siento nada satisfecho de como he reaccionado pero, aún así, me he percatado de algo muy importante: incluso en los días en que podríamos calificar de «malos» siempre me ocurren más cosas buenas que malas.
Cada día, desde el preciso instante en que abro los ojos por la mañana, que ya de por sí podríamos calificar como algo excepcionalmente positivo teniendo en cuenta que significa que estoy vivo, desfilan ante mi pequeños momentos extraordinarios que si no son recordados y analizados podrían quedar en el olvido.
Lo irónico de la vida, es que las cosas negativas, no necesitan ninguna ayuda para ser recordadas, al contrario, perduran con una cruel facilidad.
Cada error, cada pensamiento negativo, encierra valiosa información y contiene una preciosa semilla para corregir, crecer, mejorar, cambiar.
En cada reacción, pensamiento, respuesta, se encierra una porción de quien realmente soy y me he propuesto firmemente no permitir que un momento de oscuridad aniquile mil rayos de luz para progresar, día a día, en el prodigioso arte de descubrir y amarme a mi mismo.
Crisis y hormigas.
La hormiga roja de fuego, vive bajo tierra con la constante amenaza de ser aniquilada por las frecuentes riadas.
Cuando llegan las riadas, las hormigas, se cogen unas a otras creando una balsa viviente que flota, durante meses, si es necesario, hasta que las aguas se retiran.
A la naturaleza parece no importarle, si una especie quiere sobrevivir, tiene que demostrarlo, tiene que merecerlo.
La solución encontrada por la hormiga roja de fuego es tremendamente creativa y solidaria.
Una vez más, la Naturaleza nos muestra el camino.
Fueron necesarios siglos de evolución para que la hormiga detectara el problema y otros tantos para que diera con su salvación a través de la unión para superarlo.
La palabra «crisis» está compuesta en chino por dos pictogramas: uno significa «problema» y otro «oportunidad».
En estos momentos convulsos e inciertos,
tenemos la oportunidad de abrir nuevas puertas,
encontrar nuevos caminos,
de demostrar que nosotros,
como las pequeñas hormigas,
somos capaces de flotar entrelazados,
hasta que las turbulentas aguas se retiren,
desaparezcan las tinieblas de nuestros errores,
y brille un nuevo sol,
que ilumine nuestro corazón con renovadas esperanzas.