El gran vacío

Desde que nacemos, sentimos instintivamente que nos falta algo.
Es un profundo vacío indefinido que nos acompañará a lo largo de nuestra vida.
Irremediablemente aparece también un deseo de llenarlo.
Es entonces cuando empezamos nuestra particular cruzada en acumular, amasar, poseer.
Albergamos la vana ilusión de llenarlo con objetos, personas, logros personales,profesionales, intelectuales…
Nuestra sociedad  anima y aplaude esta tendencia:  ya que para ella «somos lo que tenemos».
Y nos vemos inmersos en una auténtica vorágine desproporcionada por acumular más y más.
Contra más poseemos, más crece nuestra ansiedad ya que se hace cada vez más patente que «todo lo que hemos logrado lo podemos llegar a perder».
Porque no hay nada, absolutamente nada de lo que hayamos acumulado que no pueda desaparecer en cualquier momento.
Y el vacío sigue ahí, más hondo y profundo.
Es entonces cuando, si tenemos la fortuna de estar atentos y despiertos, mirando con los ojos del corazón, podemos darnos cuenta de que es inútil todo esfuerzo por querer llenarlo desde el exterior: sólo puede hacerse desde el interior.
Necesitamos un nuevo planteamiento de vida: centrado más en el «ser» que en el «tener».
Sólo así podremos descubrir realmente nuestro enorme potencial humano. Nuestra extraordinaria capacidad para hacer el bien, para conectar con el sufrimiento de los demás,  para comprender, escuchar, acompañar, dar felicidad, amar…
Empezamos a sentir, entonces, que el entregarnos a los demás, nos llena.
Que cualquier gesto, por pequeño que sea, de generosidad desinteresada, de desprendimiento, de auténtico amor, aporta un rayo de luz a nuestra oscuridad.
Que abrir el corazón al sufrimiento de los demás y ofrecerles nuestras manos abiertas  nos llena de una serena felicidad que, poco a poco, de manera muy sutil y delicada, va mitigando el dolor, va iluminando el camino, y se transforma en el centro de nuestra vida.

Contracorriente

A menudo olvidamos que todo es impermanente y está en un fluir constante.
Todos los fenómenos se manifiestan, permanecen, cambian y desaparecen.
La fuerte presión egocentrista, competitiva y comparativa que desgraciadamente impera en nuestra sociedad puede derivar, si no estamos atentos y vigilantes, en una excesiva obsesión absorta en nosotros mismos.
Nos atribuimos entonces una exagerada autoimportancia personal, nutrida tanto del miedo al fracaso como de la esperanza exacerbada de conseguir algo.
Esos movimientos tan marcados entre el miedo y la esperanza, hacen que perdamos el contacto con nuestra auténtica naturaleza.
Nos convertimos en esclavos de nuestros propios deseos que se incrementan más y más…y en algún punto nos parece haber conseguido algo, pero inmediatamente surge la amenaza de que habremos de perderlo.
El éxito y el fracaso, toman  proporciones gigantestas, exageradas y se alternan con rapidez.
Empezamos a creer que el mundo se mueve para nosotros, que es él el que nos da y nos quita.
En esa atmósfera sofocante empezamos a ver a los demás como una amenaza. Nuestro ensimismamiento es tan grande que ni siquiera nos damos cuenta de lo rudo y agresivo que puede ser nuestro comportamiento.
Pasamos de una actitud defensiva a una ofensiva.
Sembramos dolor, en nosotros mismos y en los demás.
No permitas que esto suceda.
Mantente atento, vigilante.
Practica la serena atención de una manera muy despierta.
Observa cuidadosamente tu lenguaje corporal, verbal y sobretodo aquello que piensa o almacena tu mente.
Estabiliza la armonía, el sosiego y la flexibilidad.
Cultiva un buen corazón, generoso, amplio y espacioso.
No permitas que la corriente te arrastre.

Apuntes del Curso «Convivir con los demás» (IX)

La angustia y el estrés son despertadores que nos visitan para que les prestemos atención.
Vivir es una experiencia traumática, continuamente nos suceden cosas.
Las dificultades podemos verlas como obstáculos, o como oportunidades que nos invitan a mejorar, a desarrollarnos.
Hay que amar todo lo que sucede, observarlo tal como es, sin sobredimensionarlo, la mayoría de las veces exageramos, en realidad son pocas las cosas que nos suceden realmente importantes.
Practica el humor como antídoto ante las exageradas demandas de tus deseos y esperanzas.
En las situaciones difíciles nace lo mejor y lo peor de nosotros mismos.
Surja lo que surja, entrénate en observarlo y verlo tal como es, sin darle nombre, sin tirarle piedras, sin desviar la mirada.
Cultiva «un buen calzado» para caminar por la vida,  en vez de querer alfombrar el suelo de espinas.
Ten la firme convicción que el amor, hacia ti mismo y hacia los demás, puede limar las aristas más profundas.

Apuntes del Curso «Convivir con los demás» (VIII)

Cuando hablamos de sabiduría no nos referimos a la que tiene que ver con el nivel intelectual o cultural.
La sabiduría a la que nos referimos es aquella que todos poseemos, la que se deriva de nuestras experiencias personales, la que surge de nuestras más valiosas cualidades.
La que se nutre del amor, la bondad, la compasión hacia uno mismo y hacia los demás.
La que no juzga, no compara, no realiza juicios autocríticos ni condena.
La que te invita a abrir el corazón al dolor del otro cuando no querrías más que cerrarlo.
La que sabe encontrar la palabra adecuada, el silencio adecuado, la presencia adecuada.
La que es capaz de discernir qué hábitos debemos potenciar y cuales erradicar para ser causa de felicidad y no de sufrimiento.
La que te ayuda a descubrir lo que verdaderamente necesitas en los momentos más oscuros y abruptos de la vida, empujándote suavemente, de una manera cálida y amable, de nuevo hacia el camino de la luz.

 

Apuntes del curso «Convivir con los demás» (VII)

Meditar no es «sentirse bien y relajado».
Es la capacidad de la mente de observar sus propios contenidos.
Abrir un espacio íntimo para que todo se manifieste.
Es ser testigo de lo que está ocurriendo de una manera flexible, amable e imparcial.
Observar nuestras emociones negativas para desprendernos de los argumentos que las sostienen.
Porque no hay nada que sostener, nada por lo que luchar y no hay nada más importante que hacer en ese precioso momento que estar con uno mismo dejando que las cosas simplemente sucedan, sin rechazar nada, dando la bienvenida a todos los pensamientos y emociones.
De esta forma podemos conectar con la parte más profunda, bondadosa y auténtica de nosotros mismos para encauzarla amorosamente hacia el bien propio y el de los demás.

Apuntes del curso «Convivir con los demás» (VI)

Sabiendo que el dolor que sentimos por nuestras contradicciones, anhelos y confusiones lo hemos volcado inevitablemente en los que nos visitan y en el mundo, que pueda siempre dar la bienvenida a todos los seres.
A aquellos a los que me han dado la espalda o que he dejado atrás persiguiendo vanas ilusiones.
A los que me abrazaron en las noches más oscuras, que me sostuvieron en mis caídas.
Que pueda nacer una sincera gratitud hacia la preciosa existencia humana, con la certeza de que todos somos dignos de amar y de ser amados.

Apuntes del curso «Convivir con los demás» (V)

Cultivando el silencio, aquietando el cuerpo, aquietando la mente, la claridad y el conocimiento se estabilizan y eso es la puerta de acceso al conocimiento profundo.
Habitamos el silencio.
Un silencio particular, que no es el silencio del aislamiento, ni la falta de contacto con los estímulos sonoros, sino ese silencio que vincula las palabras, ese silencio que recoge nuestra historia.
Un silencio rico en cualidades, donde todo nace y todo se disuelve.
Un silencio que no asusta ni incomoda, sino que da seguridad y confianza.
Donde se disuelven todas nuestras exageradas demandas.
Un silencio donde desaparecen nuestras propias voces que nos condenan, que nos marginan, que nos descalifican, que nos atormentan haciéndonos creer que no estamos a la altura de las circunstancias, que no tenemos suficientes recursos.
Un silencio que alberga nuestros miedos y esperanzas y los contempla con amor y calidez.

 

 

Apuntes del curso «Convivir con los demás» (IV)

Sabiendo que cuando nos dejamos llevar por cualquier emoción conflictiva como el orgullo, el enojo, el apego, los celos…nace un gran sufrimiento en nosotros que se extiende al mundo y, por tanto, a los demás, abandonamos todo tipo de confort emocional para buscar la auténtica claridad de la mente a través de la meditación.
Estabilizando la armonía, el sosiego y la flexibilidad mental, aparecerán la sabiduría y la auténtica compasión que brotarán de forma natural de nuestro corazón.

Apuntes del curso «Convivir con los demás» (II)

Cuando surge una emoción negativa hay que, simplemente observarla y mirarla como si fuera un invitado ya que no forma parte de nuestra naturaleza auténtica.
En vez de recrearnos y justificarla con argumentos mentales, debemos interrumpir, con la atención plena, la cascada de pensamientos que la sostienen.
En cuanto lo conseguimos, la emoción se debilita y, finalmente, desaparece.