Todos, absolutamente todos, tenemos puntos fuertes y talentos.
Tenemos sueños, aspiraciones.
Pero si examinamos nuestra vida, día a día, nos damos cuenta que nuestra manera de pensar, hablar y de obrar no expresan, demasiado a menudo, esos sueños, esos ideales.
Y seguimos navegando en esa falsa comodidad, dejándonos «arrastrar» por la vida, más que viviéndola.
Lo peor que puede sucedernos es que los días, primero se conviertan en meses,luego en años…
Dejando siempre para más adelante las decisiones que sabemos que debemos tomar y, en algún momento triste, muy triste, miremos hacia atrás y pensemos qué fue de nuestros ideales, donde fueron nuestros sueños, en definitiva, qué fue de nuestra vida…
Somos como los peces que no pueden comprender el agua al estar sumergidos en ella.
Por lo general carecemos de una apreciación real de quienes somos en realidad.
Cada uno nosotros es una curiosa y preciosa mezcla de habilidades, talentos, puntos fuertes, conflictos y debilidades.
Para descubrirlos necesitamos estar muy atentos, escucharnos, observarnos y para eso hace falta tiempo para estar consigo mismo y silencio…y lo que es más difícil,
arriesgarse.
Arriesgarse a equivocarse, a tropezar, a tener que empezar de nuevo, a dar marcha atrás, a romper con lo que nos impide avanzar.
Las personas realmente extraordinarias, son como las polillas.
Persiguen luces brillantes y lejanas , incluso si eso supone de vez en cuando salir con alguna que otra quemadura.
Así que…¡ahí están!
¿No los ves?
Son tus sueños, tus ideales.
Todas esas cosas que siempre has querido hacer y nunca te has atrevido.
Te están mirando desde la otra punta de la habitación, en el armario.
¿A qué esperas para levantarte de tu cómodo sillón para recogerlas?