Cuando hablamos de sabiduría no nos referimos a la que tiene que ver con el nivel intelectual o cultural.
La sabiduría a la que nos referimos es aquella que todos poseemos, la que se deriva de nuestras experiencias personales, la que surge de nuestras más valiosas cualidades.
La que se nutre del amor, la bondad, la compasión hacia uno mismo y hacia los demás.
La que no juzga, no compara, no realiza juicios autocríticos ni condena.
La que te invita a abrir el corazón al dolor del otro cuando no querrías más que cerrarlo.
La que sabe encontrar la palabra adecuada, el silencio adecuado, la presencia adecuada.
La que es capaz de discernir qué hábitos debemos potenciar y cuales erradicar para ser causa de felicidad y no de sufrimiento.
La que te ayuda a descubrir lo que verdaderamente necesitas en los momentos más oscuros y abruptos de la vida, empujándote suavemente, de una manera cálida y amable, de nuevo hacia el camino de la luz.