Meditar no es «sentirse bien y relajado».
Es la capacidad de la mente de observar sus propios contenidos.
Abrir un espacio íntimo para que todo se manifieste.
Es ser testigo de lo que está ocurriendo de una manera flexible, amable e imparcial.
Observar nuestras emociones negativas para desprendernos de los argumentos que las sostienen.
Porque no hay nada que sostener, nada por lo que luchar y no hay nada más importante que hacer en ese precioso momento que estar con uno mismo dejando que las cosas simplemente sucedan, sin rechazar nada, dando la bienvenida a todos los pensamientos y emociones.
De esta forma podemos conectar con la parte más profunda, bondadosa y auténtica de nosotros mismos para encauzarla amorosamente hacia el bien propio y el de los demás.