Cultivando el silencio, aquietando el cuerpo, aquietando la mente, la claridad y el conocimiento se estabilizan y eso es la puerta de acceso al conocimiento profundo.
Habitamos el silencio.
Un silencio particular, que no es el silencio del aislamiento, ni la falta de contacto con los estímulos sonoros, sino ese silencio que vincula las palabras, ese silencio que recoge nuestra historia.
Un silencio rico en cualidades, donde todo nace y todo se disuelve.
Un silencio que no asusta ni incomoda, sino que da seguridad y confianza.
Donde se disuelven todas nuestras exageradas demandas.
Un silencio donde desaparecen nuestras propias voces que nos condenan, que nos marginan, que nos descalifican, que nos atormentan haciéndonos creer que no estamos a la altura de las circunstancias, que no tenemos suficientes recursos.
Un silencio que alberga nuestros miedos y esperanzas y los contempla con amor y calidez.