Cuando surge una emoción negativa hay que, simplemente observarla y mirarla como si fuera un invitado ya que no forma parte de nuestra naturaleza auténtica.
En vez de recrearnos y justificarla con argumentos mentales, debemos interrumpir, con la atención plena, la cascada de pensamientos que la sostienen.
En cuanto lo conseguimos, la emoción se debilita y, finalmente, desaparece.